Hace poco leí un comentario muy agudo que teorizaba sobre el
hecho de que existen libros destinados a gente que no acostumbra a leer.
Extendiendo esa reflexión yo añadiría que existen también películas destinadas
a gente que habitualmente nunca va al cine (“Lo imposible” sería un buen
ejemplo de esto) y terminaría por decir que existen asimismo partidos destinados
a gente a la que no le gusta el fútbol, ayer vimos uno de esos partidos.
Al Madrid el virus FIFA no le afectó un carajo pues por lo
visto se deshicieron del Celta sin mayores tropiezos. A nosotros dicho virus
nos obligó a dar descanso a Xavi y Pedro, la ausencia del segundo fue cubierta
por Tello (con Villa en la otra banda en su primera salida como titular), la
ausencia del primero, como suele ser habitual, trató de ser cubierta entre
varios jugadores y al final no fue cubierta por ninguno.
De todos modos no parecía que esta circunstancia fuese
ningún problema porque en 18 minutos y en base a tres jugadas magistrales
coronadas respectivamente por Jordi Alba, Tello y Messi el Barça parecía haber
sentenciado el partido, hasta ese momento se había jugado de mitad para
adelante, una zona en la que juntando a Messi, Iniesta y Cesc (que una vez más
fue ejerciendo su función como atacante la que consiguió que ofreciera otra
gran actuación) con Tello, Villa y Alba abriendo las bandas no podían sino
pasar cosas como las que se estaban viendo. El partido olía a goleada
histórica, tanto que yo había quedado al terminar el encuentro y pensaba que
quizás podría adelantar mi cita 45 minutos. Pero con el Barça no hay seguridad
ni sosiego que valga.
A pesar de que ayer se repitieron las indecisiones
defensivas, en honor a la verdad hay que decir que fue el árbitro Paradas
Romero el que metió al Depor de nuevo en el partido con un asombroso penalty
que, en primer lugar no era falta y que, en segundo lugar de haberlo sido tenía
que haber sido señalada fuera del área. El 1-3 podía haberse convertido en una
anécdota pero el Barça se empeñó en dotarla de trascendencia, esta vez sí por
deméritos propios, en una jugada que empezó con una mala defensa de un saque de
esquina, continuó con Iniesta quitándose de en medio de un modo que en los
viejos tiempos hubiese provocado gritos
en la grada poniendo en duda su hombría, y terminó con una nueva valdesina,
algo preocupante ya que nuestro portero suele hacer sólo una al año y ya
llevamos dos. En fin que se había terminado la tranquilidad.
Fue precisamente en este instante, cuando el partido ya no
se jugaba en los tres cuartos de campo del Depor sino que se disputaba por todo
el terreno, cuando se echó en falta la mano de hierro de Xavi para gobernar el
centro de campo, de este modo el equipo se transformó en un conjunto
descabezado, sin rumbo y a expensas únicamente de la genialidad de sus figuras,
lo que no es poco. De una de ellas (un pase inhumano de Cesc y una definición
asesina de Messi) vino el 2-4 que parecía volver a poner las cosas en su sitio
de cara al descanso.
Nada más reanudarse el partido el Depor volvió a acortar
distancias en el único gol local que no puede calificarse de error arbitral o
de nuestra zaga. Otra vez a sufrir, y por si fuera poco Mascherano vio la
segunda amarilla en una nueva canallada arbitral pues el golpe que recibió Riki
fue totalmente fortuito. En definitiva un penalty que no era y una expulsión
que tampoco lo era, y no hablamos de jugadas dudosas sino de errores de bulto
que de, no haber terminado el partido como terminó, podrían haber dado lugar a
un escándalo equiparable a los que en su día causaron Guruceta Muro y Brito
Arceo.
En este momento del partido Tito pensó que ya era suficiente
y en una decisión inédita (tanto en él como en las costumbres del equipo en
estos últimos años) encadenó tres cambios en rápida sucesión en una decisión
valiente aunque discutible tanto en el ritmo de los cambios (una nueva lesión o
expulsión hubiese dejado al equipo con nueve jugadores), como en su
composición. Esta vez Tito decidió no optar por una defensa triangular sino que
suplió la baja en la zaga dando entrada a Adriano por Villa (que pasó
desapercibidos en su retorno como titular), posteriormente Pedro entró por
Tello y más tarde Xavi por Cesc.
El equipo se benefició de la entrada de Xavi que tomó una
vez más el mando del encuentro, serenó los ánimos y enfrió la elevada
temperatura a la que se había puesto el césped. Sin embargo las ausencias de
tres jugadores de ataque que fueron suplidos únicamente por uno de la misma
demarcación perjudicó el juego ofensivo del equipo y hubiera supuesto un grave
obstáculo en el caso de que hubiéramos necesitado más goles (algo que visto lo
visto pudo haber sucedido perfectamente).
Una vez más fue Messi el que vino al rescate del equipo
ejecutando una de sus diabólicas diagonales con tiro raso y duro al ángulo opuesto
que pusieron el 3-5 en el marcador. Pero estaba claro que el de anoche no era
un encuentro para respirar tranquilo y acto seguido Jordi Alba ejecutó algo que
no puede ser definido ni como cesión ni como despeje pero que tuvo como
consecuencia que los esfínteres cules se volvieran a contraer. Ante este cúmulo
de despropósitos no quedaba ya otra cosa que conjurarse a San Johann y rezar
para que terminara esta tortura de partido que, repito, sólo habrá complacido a
esa clase de gente que nunca ve el fútbol pero que te pide que les avises si
hay tandas de penaltis.
En fin que sólo queda por decir que no sé cuando moriré pero
sí sé cómo: este equipo acabará conmigo.