A cabeza non para
Estoy hecho una mierda, mañana hablamos
Antes que nada unas palabras para los que declaraban
aburrirse con el juego de España, ¿de verdad –si es que se trata de auténticos
aficionados-no prefieren el pausado y frío juego de control que habíamos visto
en encuentros anteriores antes que esta agonía de 130 minutos que –algunos-
hemos sufrido ayer?. A lo mejor es que también me estoy haciendo viejo o a lo
mejor es que estaba especialmente motivado contra el rival de ayer, pero lo
cierto es que eché muchísimo de menos el flemático y cadencioso marear de la
pelota que tuvimos contra Francia.
La única novedad del encuentro de ayer, en lo que a la
alineación se refiere, fue que, dentro de la ya tradicional rotación de estilos
que ha desarrollado el combinado en esta
competición, el papel del nueve le tocó sorpresivamente a Negredo. La elección
tenía cierta lógica, después del fofo papel de Torres contra Francia y estando
tanto Pedro como Llorente relegados al papel de revulsivo, era explicable que
Del Bosque optase por un ariete fuere y resistente ante el tipo de partido que
se avecinaba.
No se equivocó el seleccionador en lo referente a la clase
de enfrentamiento que planteó Paulo Bento, pero está claro que Negredo no tuvo
su noche, aunque hay que decir en su descargo que se enfrentó a la mejor
versión posible de Portugal. El equipo luso era con mucho el más motivado de
todos los que participaban en la Eurocopa, espoleado por la proyección
mediática de algunos de sus jugadores y, salvo en el choque contra Alemania, por
su progresión victoriosa en esta competición. Además los portugueses eran una
de las escasas selecciones que (quien sabe si por que la conocen de sobra) no
tenían ningún miedo al equipo español y salieron a comérselo tanto en el
sentido literal como en el figurado. Portugal planteó un partido tremendamente
físico de presión en todo el campo y empuje continuo siempre al borde del
reglamento (y en muchos casos mucho más allá, está claro que no tenían razón al
quejarse tanto de la designación arbitral porque al final les favoreció) disputándole
la pelota en todo momento a España y en ocasiones arrebatándosela. A esta forma
de entender el fútbol contribuyó un activo banquillo luso que, al más puro
estilo Mourinho, trató de desestabilizar tanto al equipo arbitral como a
nuestro propio banquillo usando los peores trucos del oficio.
Nuestro combinado acusó esta forma de jugar tan física y tan
contraria a su propia filosofía y acusó igualmente la baja forma de muchos de
sus jugadores entre ellos Xavi y sobre todo Silva al que no le salió prácticamente
nada de lo que intentó y que quizás si debió ayer cambiar la titularidad por el
casi inédito Cazorla.
De todos modos y a pesar del evidente dominio de la
situación lo cierto es que Portugal no concretó ese dominio en jugadas reales
de peligro, muchas de ellas malogradas por la falta de puntería de su principal
estrella y sobre todo por la risible actuación de otro de sus delanteros, el
tal Hugo Almeida, que se mostró como un auténtico palo con ojos.
En estas circunstancias lo mejor que pudo suceder fue que
llegara el descanso y la oportunidad de introducir cambios que la Selección
reclamaba a gritos, los sustituidos en esta ocasión fueron el mencionado Silva
y Negredo que cedieron el paso a Cesc y Navas. El barcelonista consiguió variar
la sensación de impotencia mostrada hasta entonces al ejercer de enganche entre
las diferentes versiones del ataque español, sobre todo al juntarse con
Iniesta, en cambio la entrada de Navas no supuso demasiado desequilibrio al
encontrase su banda muy tapada y al no poder entenderse con su compañero de
lateral (Arbeloa). A medida que pasaban los minutos, y empezaba a
resquebrajarse la férrea disciplina de juego portuguesa. estaba claro que sólo
una genialidad de alguna de las figuras de ambos equipos podía romper el
partido, algo que todos los aficionados nos temíamos que viniera más del lado portugués
y así estuvo a punto de pasar cuando en un veloz contragolpe Cristiano falló de
forma sorprendente en la mejor ocasión de su equipo.
A estas alturas estaba claro que importaba más el sudor que
la retórica y Del Bosque dio entrada a Pedro por Xavi pensando ya más en la
prórroga. Curiosamente fue la ruptura
del doble pivote la que dio paso a los mejores momentos de la Roja cuando
Busquets se erigió como un coloso en la posición de medio centro y cuando Xabi
Alonso por fin encontró algo que hacer en un encuentro al que hasta ese momento
había asistido como espectador. Además el empuje de Pedro por banda y la
creciente incorporación al ataque de Jordi Alba trajeron consigo por primera
vez la sensación de peligro al marco rival en una serie de jugadas que no
acabaron en gol de milagro. Seria injusto no obstante no hacer hincapié en que
Pedro, Cesc y Navas hubieran tenido tan poco que hacer frente a la fuerte y
compacta defensa de la Portugal de los primeros minutos como mucho podían haber
hecho Negredo y Silva contra la rota y cansada zaga lusa en los últimos compases
del juego.
De todos modos, y con la sensación de que se nos había
arrebatado injustamente la victoria en el tiempo de prolongación, se pasó a la
lotería de los penaltys. Nada que comentar del desarrollo de esa miserable práctica
futbolística a excepción de algo que creo tener el deber de decir en honor a la
verdad. Sergio Ramos nunca ha sido una figura especialmente odiada por la parte
anti madridista de nuestro país que ha preferido más bien cachondearse de él
casi siempre con buenos motivos para ello (no en vano su personaje es junto con
el de Puyol –y ambos interpretados por el mismo actor- el más popular de la
desternillante Cracovia). Pero ayer el ínclito defensa de Camas no sólo hizo
una enorme actuación en defensa durante el encuentro (incluso se permitió lanzar una falta con mucho peligro) sino que
protagonizó sin duda el momento clave de la tanda de penaltys cuando, mientras
el país contenía el aliento esperando el lanzamiento de un nuevo Sputnik como el
que todavía debe estar circunvalando la tierra desde la semifinal contra el
Bayern, el andaluz tuvo los santos bemoles de tirar a lo Panenka, una de las
suertes más arriesgadas a la hora de encarar la pena máxima y que puede hacer
que un jugador pase de la gloria al ridículo más descarnado en cuestión de
segundos. Lo dicho señor Ramos, por una vez y sin que sirva de precedente “Olé
sus cojones”.
En fin España en su tercera final consecutiva, quién nos lo
iba a decir y todo ellos tras un tormento que me ha dejado tan agotado que
sinceramente me da igual a quien tengamos enfrente el domingo, sea quien sea
espero que vuelva el tiqui taca y el rondó maldito y podamos volver a
aburrirnos plácidamente como un mediodía de agosto en Torralba de los
Cizones.