Jornada XIII
No recuerdo un solo encuentro entre el Real Madrid y el Fútbol Club Barcelona que no haya sido calificado como “el partido del siglo”. Y todo ello independientemente de la posición que ocupara cada cual en la liga o de la igualdad en juego y puntos que hubiera entre ambos equipos. Y es cierto que, prescindiendo igualmente de la situación de cada equipo, este partido se significa por ser un punto y aparte en el que los conjuntos representativos de las dos ciudades más importantes de nuestro país entran en un territorio y un tiempo diferente. Incluso en la dolorosa derrota por 4-1 hace algunos años, aquella en la que el Madrid llegaba ya campeón, nadie puede decir que, al menos el equipo blanco, salía con los cinco sentidos puestos en el campo.
De todos modos en esta ocasión era innegable que el partido reunía unas características que lo hacían especial. En primer lugar ambos equipos llegaban en un excelente estado físico y mental (bueno quizás en el primer aspecto habría que hacer una salvedad en cuanto a nosotros se refiere) y con una más que aceptable racha de juego y resultados. El Barça parecía haber encajado bien el cambio de Ibrahimovic por Villa y además Messi, Pedro, Busquets, Iniesta y los demás llegaban al encuentro mejor que nunca.
Por su parte el Madrid también parecía haber encontrado el equilibrio en el proyecto de esta temporada, la incorporación de Di María le hacía ganar en profundidad y evitaba que fuera Cristiano Ronaldo el único que debía llevar el peso de los contraataques. Pero la gran novedad de este año era la incorporación de Ozil (cuanto lamenté que, tras el no fichaje de Cesc, no fuera el turco alemán el elegido para reforzar el centro de campo de ataque), el jugador que ha puesto la pausa y el ingenio en la ofensiva blanca, esas cualidades que no tenían el año pasado y que no han tenido desde que Raúl dejó de ser titular.
Por si todo esto fuera poco el Real Madrid parece haber encontrado al final la pieza que le faltaba en su rompecabezas. Lejos de la honestidad brutal de Schuster, de la fría y proletaria eficacia de Juande “Padre Karras” Ramos y de la depresiva cortesía de Pellegrini, el equipo merengue ha buscado en José Mourinho no sólo a un entrenador obsesionado con ganar a toda costa, sino más bien obsesionado con ganar a toda costa al Barça. Una actitud que por cierto le ha cerrado de por vida las puertas a un club que en su juventud le acogió con bastante paciencia, nunca me ha parecido que Mou demostrará mucha inteligencia dejando que sus cualidades egomaníacas se interpusiera en sus intereses profesionales. Pero estaba claro que el carácter madridista, siempre tan bravucón y carpetovetónico, había encontrado en el portugués su estandarte ideal, muy por encima de cualquiera de sus jugadores (incluido el otro portugués insigne que milita en su equipo).
En resumen, dos equipos al cien por cien que se disputaban la hegemonía de la liga española. ¿Quién podía pedir más?
Empezó el partido y terminó y al final ganamos 5 a 0. Mañana amplio.