Que un equipo salga a jugar contra el Barça usando como armas la velocidad, la profundidad y el empuje puede ser algo que hemos visto muchas veces, pero si por añadidura ese equipo tiene jugadores de tanta calidad como el Arsenal es de esperar un combate mucho más peligroso de los que tenemos costumbre de librar.
El Arsenal saltó al campo mordiendo con su presión y desplazando la pelota con una rapidez y precisión letales, aunque también es justo decir que su única oportunidad clara fue el remate de Van Persie tras el pase mágico de Cesc. Sin embargo, y como suele ocurrir también en casi todas las ocasiones, el Barça terminó por asentarse en el campo y empezó su táctica de presionar, robar y marear al contrario con pases cortos y al primer toque. Así vino la primera gran oportunidad de Messi y no mucho tiempo después el gol de Villa.
Una situación de ensueño, no sólo ganábamos 0-1 en campo contrario (un resultado que de haberse mantenido prácticamente hubiera garantizado la eliminatoria) sino que además el equipo estaba bailando a los gunners y durante el resto de la primera parte el segundo gol parecía cuestión de tiempo (y en realidad lo fue pero el árbitro decidió no pitar penalty y anular un gol legal, todo en la misma jugada).
De todos modos nada hacía presagiar en el descanso lo que sucedería después. ¿Y qué sucedió?, pues que el equipo tuvo un bajón bastante acusado en físico y actitud, algo que ya habíamos visto (aunque con un marcador más abultado a nuestro favor lo que lo hacía más disculpable), como si el colectivo fuera un cuerpo humano único con la capacidad de auto dosificarse. Hay que decir que el Arsenal nunca tiró la toalla y siguió buscando con ímpetu recortar la diferencia, seguía moviendo tan bien como siempre el balón pero al llegar a la zona de peligro hacía gala de una inofensividad sorprendente. Pero el Barça parecía haber bajado los brazos en exceso, el normalmente eléctrico Pedro parecía superado por la importancia del encuentro, Villa tras meter su gol se había evaporado, Iniesta estaba haciendo uno de los encuentros más flojos que le recuerdo.
Pero lo que me pareció más hiriente fue el hecho de que Messi, en una jugada que una vez más podía haber matado el partido, no pensó en el colectivo sino en él mismo. Todos los delanteros son egoístas, pero el argentino eligió la peor manera de serlo, buscar la gloria personal con un tres a cero a favor y jugando contra el Levante puede ser disculpable, en Champions puede ser una tragedia. Quizás no hemos caído en la cuenta de lo mucho que puede afectar tantos elogios a un chico se sólo 23 años, dio la impresión de que lo que tenía en la cabeza en aquel momento era más el romper su maleficio en tierras británicas que en dejar la doble confrontación resuelta.
Aun así repito que el resultado no parecía peligrar hasta que llego el momento que puede haber sido el decisivo. Me refiero a ese en el que Pep decidió retirar a Villa y meter a Keita, es posiblemente la primera vez en tres años que veo al mister hacer un cambio conservador, un cambio que quizás el partido no necesitaba en absoluto, si lo que quería era reforzar el centro de campo podía haber optado por sustituir a un poco influyente Iniesta por el propio Keita o por Mascherano. Pero retirar a un delantero (máxime cuando los dos que quedaban en el campo no estaban teniendo su noche) por un jugador tan –una vez más- irrelevante como Keita era perder profundidad, presión y sujeción a cambio de nada.
De todos modos hay que reconocer que el gol fue una desgracia, hacía mucho tiempo que no veíamos cantar a Valdés y la verdad es que tuvo que hacerlo en el peor momento posible, a los cinco minutos y en pleno desconcierto vino el segundo del Arsenal (que nació de posiblemente la única jugada de calidad de Nasri en todo el encuentro). Un castigo excesivamente duro pero también un toque de atención para un equipo que últimamente está empeñado en poner su mejor cara únicamente durante los segundos (o los primeros) 45 minutos.
Ha sido una verdadera lastima, de vernos ya prácticamente en cuartos hemos pasado a un resultado no malo (el 3-1 podía haber sido matador) pero que obliga a no bajar la guardia en la vuelta. No faltaran los agoreros que, tras el empate del pasado sábado, estén ya hablando de crisis, fin de ciclo y otras zarandajas. Espero que podamos, una vez más, volver a cerrarles el pico.