Una serie de catastróficas desdichas
Como de costubre hablamos mañana por la tarde
Pues eso, tal y como el título de esta película indica, lo
ocurrido esta semana ha sido una serie de catastróficas desdichas y accidentes
al margen de la práctica habitual del fútbol. Todo empezó con la valdesina del
pasado jueves, prosiguió con las inoportunas lesiones de Puyol y Alves, pasando
por sendas nuevas cagadas defensivas ayer
y concluyendo con la expulsión de Adriano.
Efectivamente el desastroso final de partido de la semana
pasada convirtió un 3-1 casi decisivo en un 3-2 lleno de incógnitas que por
añadidura obligaba a ambos equipos a salir a buscar el gol (el Madrid
inexcusablemente y el Barça por su propia filosofía de juego y porque era una
locura defender un resultado tan exiguo) provocando así un encontronazo de
grandes proporciones en la zona ancha del campo. El Madrid por añadidura saltó
al campo con mucho más determinación que su rival añadiendo a la acumulación de
hombres en el medio campo y la delantera, el factor desequilibrante de Marcelo que
fue el mejor jugador blanco de la primera parte.
Si a jugar contra un equipo más físico y más motivado que el
tuyo (los blancos ganaron la partida en casi todos los lances del juego en esta
fase del encuentro) le añades el regalo de Mascherano (típico intento de
controlar la pelota disculpable en un mediocentro pero imperdonable en un
central y es que el argentino nunca será un defensa por más ganas que le ponga)
y el posterior del dúo Piqué-Valdés (el uno por la asombrosa táctica de
defender tratando de alejarse lo más posible de la pelota y el segundo por que
sale menos que uno del Opus) y por si fuera poco -en la enésima vez que los
locales le ganaron la espalda a la defensa barcelonista- Adriano tiene que
tomar la alternativa del diablo (expulsión o gol), el resultado es que a los
veinte minutos de la primera parte estas muerto. Pero lo peor de todo era la
falta de reacción de los nuestros, totalmente superados por la situación,
perdiendo la pelota en todos los encontronazos que tenían lugar casi siempre en
su propio campo, y teniendo que recurrir al pelotazo largo, un recurso del que
nunca hemos podido ni hemos sabido servirnos.
Sinceramente ante este cuadro la cuestión no era ya ganar la
eliminatoria sino evitar la humillación histórica, algo que viendo el estado en
el que estaba el equipo y con el contrario entrando como un torrente por las múltiples
vías de agua era un futurible muy a tener en cuenta.
Afortunadamente el Barça no perdió la calma y supo reconocer
que la única manera de no caer en el abismo era recuperar su forma de jugar al fútbol,
Tito tampoco perdió los nervios y optó por sacar a un delantero por un defensa
(Alexis por Martín Montoya que tuvo una notable actuación por cierto) para
tratar de que no se descompusiera el equipo. Es cierto que el Madrid, con un
marcador tan claro a su favor, bajó el pistón eligiendo conservar lo
conquistado antes que intentar infligir al eterno rival una derrota de la que
se hablaría durante meses. Poco a poco el Barça fue asentándose más en el
terreno de juego y, todavía con serias dificultades, empezó a recuperar el balón.
Tuvo además la fortuna de que una genialidad de Messi volviera a dejar a tiro la eliminatoria en ese
psicológico momento en el que los dos equipos estaban a punto de irse a los
vestuarios.
Si el Real Madrid hubiese iniciado la segunda parte con la
ventajada de dos a cero posiblemente podríamos haber visto un partido muy
diferente pero todos (ellos y nosotros) sabíamos que incluso con un jugador
menos el Barça (y cualquier otro equipo) era muy capaz de meter al menos un gol
que era todo lo que necesitaba el equipo. El Real Madrid antes que buscar a su
vez un gol tranquilizador (que de todos modos intentó conseguir contragolpeando
casi siempre con peligro) eligió concentrarse en no encajar el tanto que le
podría quitar el título (una elección peligrosa, tanto como la de tirar un
penalty a lo Panenka, la distancia entre la gloria y el escarnio es reducida)
El Barcelona se concentró en controlar el partido, jugar al
toque y buscar con paciencia su oportunidad. Una forma de conducirse que a
muchos les puede parecer exasperante (y no hablo de los silbidos del Bernabeu,
algo que me importa un pimiento) pero que a mí me pareció una muestra de que
pase lo que pase lo importante es mantener a rajatabla un estilo que nos ha
dado la fama mundial. Además esta forma de jugar dio sus frutos durante todo el
segundo tiempo cuando se acumularon claras ocasiones de gol que no se
manifestaron gracias a Casillas y a que definitivamente la fortuna no ha estado
con nosotros durante este trofeo.
En este deporte lo que importa es ganar, el primero lo es
todo y el segundo no es nadie, y nada compensa de una derrota. Pero puestos a
perder hay formas y formas, una derrota en un torneo menor al principio de la
temporada, dándolo todo hasta el último minuto y no renunciando a nuestra
esencia es algo que tiene su valor, en cambio la humillación que se estaba
palpando en los primeros 45 minutos posiblemente sí que podría haber sido un
golpe moral que podríamos haber acusado. Quedémonos con haber logrado evitar
eso. Quedémonos también con el primer gran partido de Jordi Alba (en defensa y
en ataque) y con las buenas vibraciones que transmitió el reciente fichaje Song
que soportó de forma admirable el debutar en un partido de connotaciones tan
dramáticas.