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Llevo unos treinta años viendo partidos de fútbol y jamás había visto una primera parte como la que vi ayer, ni del Barça ni de ningún otro equipo. La superioridad fue tan aplastante que incluso los cuatro goles saben a poco.
Lejos de cualquier tentación contemporizadora (en la que por lo visto sí cayó el Liverpool en la otra semifinal que aparenta ser igualmente decisiva) el Barça salió con el equipo de gala y dispuesto a hacer el fútbol que ha convertido en seña de identidad. Esta forma de jugar con la defensa tan adelantada y con tres hombres en punta tiene sus riesgos, especialmente cuando te enfrentas con un equipo que –aparentemente- no sale al campo tan acomplejado como los que suelen jugar contra el Barça, un equipo que tiene uno de los palmarés más impresionantes del fútbol europeo y que además cuenta con grandes jugadores.
Pero salió bien, y salió bien principalmente porque fue un partido en el que todos y cada uno de los jugadores locales estuvieron a un nivel insuperable (con excepción de Valdés que no tuvo, afortunadamente, ocasión de lucirse y del mister que perdió los papeles de una forma bastante absurda aunque se lo perdonamos por ser tan mono) cosa que la verdad tampoco recuerdo que haya ocurrido en la historia reciente del equipo. En ataque las combinaciones de los tres delanteros con los dos volantes ofensivos fueron mortales (y más que podrían haber sido de no ser por las dos ocasiones falladas por Henry y el penalti no pitado a Messi), en el medio campo Touré se bastó para contener los contraataques muniqueses, y la defensa (amen de incorporarse al ataque a la menor ocasión, otro sello distintivo de este equipo) resolvió los tímidos avances del equipo visitante sin más problema (Ribery fue el único que no se comportó como un alelado durante esta primera parte).
Con este cuadro ni el Brasil de 1970 hubiera tenido nada que hacer. Cualquier situación podía convertirse en un nuevo ataque barcelonista: podía ser uno de los innumerables balones que recuperaron los delanteros o los mediocampistas, o podía ser una jugada trenzada desde la defensa y que progresara por la mortal banda derecha, o podía ser un pase de Xavi a la banda izquierda para que recibiera Henry y montara un pollo, o podía ser un pase largo de Márquez o de Beckenbauer-Piqué. Como en los mejores tiempos, el equipo tenía tantas alternativas para el ataque que era imposible que el partido no terminara como terminó.
Como digo las apuestas de este Barça son fuertes pero con un comportamiento individual y colectivo como el de ayer siempre saldremos ganando. No sé como terminará esta temporada pero yo ayer me podría haber muerto tranquilamente.
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