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Mañana hablamos.
Uno de esos partidos que en mi opinión sólo gustan a
aquellos a los que no les gusta el fútbol, hablo por supuesto de la primera
parte, lo de la segunda fue algo diferente, y algo que la verdad no recuerdo
haber visto nunca antes.
El Barça salió con su recién estrenado equipo de gala,
marcado por la ausencia del centro de campo (una circunstancia que convierte al
antes imprescindible Iniesta en un turista de lujo que de vez en cuando mete
baza y que a mí personalmente me sigue poniendo el cuerpo muy raro) y fiándolo
todo a la agresividad de su tripleta atacante. El Atlético de Madrid salió por
su parte dispuesto a presionar en todo el campo y cuando sólo se jugaban
cuarenta segundos Torres demostró su habilidad como delantero clásico y
Mascherano demostró una vez más que por muchos esfuerzos que haga siempre será
un medio centro reconvertido en central.
Nada más empezar la eliminatoria estaba igualada y supongo
que el Atlético pensó que era el momento de poner al Barça contra las cuerdas y
adelantarse en el marcador global, no había ningún motivo para ceder en su
despliegue y es lógico que no lo hiciera, sin embargo este nuevo Barça
sorprendió a su rival con un arma que nadie parecía capaz de suponer que
quisiera usar: el contraataque, supongo que en el subconsciente de los equipos
que se nos enfrentan no se encuentra la idea de que un equipo famoso por su
juego pausado y alambicado sea capaz de avanzar por todo el campo en tres
toques, y por lo tanto ninguno de nuestros rivales siente la necesidad
imperiosa de replegarse cuando pierden el balón. Pero eso fue exactamente lo
que ocurrió, una rapidísima y letal combinación entre Messi, Luis Suárez (esta
por cierto fue la única contribución en ataque del cada vez más preocupante
uruguayo) y Neymar terminó con este último colocando el empate en el marcador.
Sólo habían pasado nueve minutos y estaba claro que este
sería uno de esos históricos duelos cules-colchoneros que se recordaran por
mucho tiempo, empezó así un intercambio vertiginoso de golpes ataques y contraataques
en un correcalles sin duda apasionante pero que ningún amante del fútbol
clásico azulgrana puede dejar de mirar con aprensión. En esto llegó la
actuación arbitral que terminaría por ser absolutamente decisiva, justo lo
contrario a lo que debería ser. En primer lugar un penalty inexistente (y que
en caso de existir hubiese sido fuera del área) de Mascherano que volvía a
dejar la eliminatoria a un gol de distancia para los locales, el Barça volvió a
nivelar poco más tarde tras otro golpe de la histórica mala pata atlética y
luego vino posiblemente la jugada definitiva: un tiro a puerta que da en el
brazo de Jordi Alba y que el árbitro no vio o no quiso ver, posiblemente por
mala conciencia por la metedura de pata anterior (sospecho que en realidad el
pinganillo se inventó para eso) o simplemente porque no se atrevió a pitar dos
penas máximas seguidas contra un grande. Para mayor rechifla el balón salió
rebotado y en otro contragolpe de vértigo Neymar ponía el 2-3 en el marcador,
una distancia ya muy difícil de salvar.
Por lo visto la celebración de Neymar estuvo sobrada de
algún gesto de más, lo mismo que un caño que yo sinceramente ni recuerdo, pero
esto bastó para desquiciar a los jugadores atléticos que montaron una gresca
impresionante en la salida al campo y por lo visto en los vestuarios en los que
Gabi fue expulsado por el árbitro en posiblemente la decisión más perjudicial
en injustificable del trencilla en todo el encuentro.
Y hasta ahí el fútbol, lo de la segunda parte no puedo
entenderlo de otro modo que como un pacto implícito (o explícito quien sabe) de
los dos equipos para que el marcador permaneciera inalterable, el Barça no
buscó aumentar la ventaja y el Atlético no buscó reducirla, lo del equipo
azulgrana lo entiendo, posiblemente intentaba rebajar la tensión en una
eliminatoria ya ganada y que sólo podía traer lesiones y sanciones, lo del
Atlético lo entiendo mucho menos, es seguro que marcar tres goles con un hombre
menos contra todo un Barça era tarea casi imposible, pero en mi opinión aún así
debió intentarlo. Pero según decisión confesada de Simeone, el equipo local se empeñó
en no encajar una goleada de escándalo aunque lamentablemente en su lugar se
dedicaron a acosar a Neymar de todas las formas posibles y a emplearse con
semejante dureza contra otros jugadores visitantes, incluido Messi que sufrió
especialmente el mal perder rojiblanco.
Nueva victoria contra un rival difícil, algo que fortalece
el ánimo y la imagen pública del equipo aunque yo sigo sin tenerlas todas
conmigo.
3 comentarios:
Vaya tardecita.
Fight!
Hoy, por circunstancias, me ha tocado ver la crónica del partido contada por Pedrerol en la Sexta y ha contado una historia de buenos y malos donde los buenos eran buenísimos y sudaban colonia y los malos simplemente eran gentuza y malos perdedores. Le ha faltado cantar el himno.
Y poco más. Enhorabuena. Voy a ver si me matriculo en un máster en elegancia, diplomacia y protocolo. Creo que lo presenta Pedrerol. Y lo imparte Neymar. Eso es seguro.
Lo de Neymar fue una gilipollez que debió resolverse con la tangana del final del primer tiempo, lo del segundo no fue solamente feo sino además inútil y perjudicial.
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